La leyenda de las Cataratas del Iguazú

Las orillas del Río Iguazú, milenariamente pobladas por guaraníes, están impregnadas de una leyenda de amor.
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Las orillas del Río Iguazú, milenariamente pobladas por guaraníes, están impregnadas de una leyenda de amor. En esa zona vivían felices en las fértiles tierras bañadas por el río en dónde también habitaba el dios Mbói, hijo de Tupá.

Este dios que tenía aspecto de monstruosa serpiente,  exigía a los indígenas, como pago por su protección, que una vez al año le fuera entregada una bella joven que debía de ser arrojada al río para que viviera solamente para su culto.

Esta ceremonia era muy importante para la aldea, y por eso, el día señalado para la ofrenda, se celebraba una gran fiesta a la que eran invitadas las tribus vecinas. Un año fue elegida para el sacrificio la hija de Igobi, el cacique de la aldea; era una hermosa joven llamada Naipí de la que se decía que cuando se asomaba al río éste se detenía para contemplar su belleza, quizás por eso Mbói estaba tan satisfecho con la ofrenda.

Representación de la leyenda de las Cataratas del Iguazú, en el Paseo de la Identidad – Puerto Iguazú.

Pero las cosas se iban a complicar un poco, pues al frente de una de las tribus invitadas llegó un apuesto muchacho llamado Tarobá que al ver a la joven quedó prendado de su belleza hasta el punto de que decidió hablar con el padre de Naipí y con los ancianos de la tribu para salvar a la joven. Pero éstos no se dejaron convencer, la ofrenda era digna del dios y sería entregada.

Tarobá no se rindió y pensó que sólo la podría salvar si la raptaba, así que esperó a que la fiesta estuviera en su momento más intenso y mientras el hechicero y los caciques bebían cauim (bebida hecha con mandioca o maíz fermentado) y los guerreros danzaban, él tomó a Naipí de la mano y la condujo a una canoa que tenía preparada en el río.

Nadie se dio cuenta de la desaparición de la pareja, nadie excepto Mbói, que desde el río observaba la fiesta en la que le sería ofrecida la joven.

Tarobá impulsaba la canoa río abajo ayudado por la corriente, pero Mbói que estaba furioso comenzó a perseguirlos y su cólera fue tal que penetró en las profundidades de la tierra logrando que el curso de río se rompiera en dos partes, una se elevó a gran altura y la otra se hundió produciendo que el agua al caer formara una gran catarata que arrastró la canoa en donde viajaban los enamorados.

Obra representativa de Naipí y Tarobá.

Pero esto no suavizó la furia de Mbói, no le bastaba con que ambos murieran, deseaba para ellos un gran castigo que durara eternamente, así que transformó a Tarobá en un árbol que nació inclinado sobre las aguas como queriendo alcanzar a Naipí, quien a su vez fue convertida en una roca situada en el centro del río, justo en el lugar en donde cae con más fuerza el agua de la cascada. Una vez que Mbói castigó a los enamorados, se adentró en una gran cueva para poder vigilarlos e impedir que se unieran de alguna manera.

Pero la fuerza del amor siempre intenta que dos corazones que se aman puedan en algún momento unirse y por eso, en días en que el sol brilla con intensidad, surge un arcoiris que enlaza al árbol con la roca, permitiendo que durante un momento los amantes se encuentren a pesar de la oposición de Mbói.

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