José: la resiliencia e integridad de un soñador

Fue vendido como esclavo por sus propios hermanos; en otro país, siendo sirviente lo acusaron falsamente de violador, y lo apresaron. Y aun en la cárcel mantuvo su integridad.
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Fue vendido como esclavo por sus propios hermanos; en otro país, siendo sirviente lo acusaron falsamente de violador, y lo apresaron. Y aun en la cárcel mantuvo su integridad.

Mantener la integridad en la vida cotidiana es una tarea difícil, pero lo es más cuando los días están llenos de adversidades y pruebas. Así fue la vida de un hombre llamado José, que vivió en la región de Medio Oriente, cuando Egipto era el imperio dominante.

José era miembro de una familia de doce hermanos, era uno de los menores, el penúltimo para ser exactos, y muy apreciado por su padre, que se llamaba Jacob, quien luego de pasar muchas experiencias y vicisitudes en su vida, alrededor del año 1900 a. C, tuvo un encuentro personal con Dios, y éste le cambió el nombre por el de Israel, de cuya descendencia se formó la nación del mismo nombre que conocemos hoy.

Jacob fue hijo de Isaac y nieto de Abraham, y los doce hijos varones que tuvo fueron los padres de las “doce tribus” que conformaron el país de Israel.

Y como en toda familia numerosa, la de Jacob también tuvo muchas características interesantes. Cada uno desarrolló conductas deseables en la sociedad: compañerismo, solidaridad, tolerancia, etc. pero, como buenos seres humanos, a medida que los hijos crecieron, comenzaron a manifestar los temperamentos, inclinaciones, talentos y capacidades personales que suelen generar fricciones, rivalidades y competencias, nada favorables a la armonía familiar.

Además, para colmo de males, como suele suceder también con las actitudes de algunos padres, Jacob añadió leña al fuego de la competencia y rivalidad entre hermanos, manifestando su preferencia por su penúltimo hijo, José.

Jacob regala a José una túnica de colores (Imagen ilustrativa)

La historia bíblica, que aparece en el libro de Génesis, dice: “Y amaba Israel a José más que a todos sus hijos, porque lo había tenido en su vejez; y le hizo una túnica de diversos colores”.

Según el mismo relato bíblico, José apacentaba las ovejas de la familia con sus hermanos, y mantenía informado a su padre de la “mala fama” de ellos, y claro que esto combinado con la preferencia del padre, hacía el combo perfecto para que los hermanos aborrecieran a José.

Dice Génesis: “Y viendo sus hermanos que su padre lo amaba más que a todos sus hermanos, le aborrecían y no podía hablarle pacíficamente”.

Y como si faltara algo para que lo odiaran aún más, José contó a sus hermanos y padres dos sueños que tuvo.

Les dijo: “Oíd ahora este sueño que he soñado: he aquí que atábamos manojos en medio del campo,  y he aquí que mi manojo se levantaba y estaba derecho,  y que vuestros manojos estaban alrededor y se inclinaban al mío”. Le respondieron sus hermanos: “¿Reinarás tú sobre nosotros,  o señorearás sobre nosotros?”  Y le aborrecieron aún más a causa de sus sueños y sus palabras.

Soñó aun otro sueño,  y lo contó a sus hermanos,  diciendo: “he aquí que he soñado otro sueño,  y he aquí que el sol y la luna y once estrellas se inclinaban a mí”. Y lo contó a su padre y a sus hermanos;  y su padre le reprendió,  y le dijo: “¿Qué sueño es este que soñaste?  ¿Acaso vendremos yo y tu madre y tus hermanos a postrarnos en tierra ante ti?”. Y sus hermanos le tenían envidia,  mas su padre meditaba en esto.

Por todo esto, un día, cuando José fue a llevar algunos víveres a sus hermanos que estaban en el campo, ellos lo vieron de lejos, y conspiraron contra él para matarlo. Pero su hermano mayor, Rubén, lo salvó. Propuso que lo pusieran en una cisterna sin agua que allí cerca había. Sus hermanos así lo hicieron, pero primero le sacaron su túnica de colores, que su padre le había hecho especialmente. [Génesis 37: 4 – 11].

José es vendido por sus hermanos a unos mercaderes (Imagen ilustrativa)

Ese maltrato no bastó para algunos de sus hermanos, pues uno de ellos, Judá, les dio la idea de venderlo a unos comerciantes que iban de camino a Egipto, en vez de matarlo. El resto accedió, y en un descuido de su hermano mayor, Rubén, lo vendieron por 20 piezas de plata a los mercaderes.

 “El joven no parece, y yo ¿adónde iré yo?”, recriminó Rubén a sus hermanos, pues era el mayor de ellos y responsable ante su padre por la integridad de todos. Entonces, ellos idearon rápidamente matar un cabrito y manchar con su sangre la túnica de colores de José, y presentársela a Jacob.

Cuenta el relato bíblico que Jacob reconoció la túnica, y dijo: “La túnica de mi hijo es;  alguna mala bestia lo devoró;  José ha sido despedazado”. Entonces Jacob rasgó sus vestidos,  y puso cilicio sobre sus lomos,  y guardó luto por su hijo muchos días. Y se levantaron todos sus hijos y todas sus hijas para consolarlo;  mas él no quiso recibir consuelo, y dijo: Descenderé enlutado a mi hijo hasta el Seol.  Y lo lloró su padre.

José, por su parte, terminó siendo vendido a Potifar, capitán de la guardia del Faraón de Egipto. Allí trabajó como sirviente muchos años, y por su buen desempeño,  Potifar le hizo mayordomo de su casa, poniendo a su cargo todo lo que tenía. Sin embargo, las pruebas continuaron.

La mujer de Potifar lo acosaba día a día, y le insistía para que se acostara con ella. Así lo relata el libro de Génesis:

 “…aconteció que entró él un día en casa para hacer su oficio,  y no había nadie de los de casa allí. Y ella lo asió por su ropa, diciendo: Duerme conmigo.  Entonces él dejó su ropa en las manos de ella,  y huyó y salió. Cuando vio ella que le había dejado su ropa en sus manos, y había huido fuera, llamó a los de casa, y les habló diciendo: Mirad, nos ha traído un hebreo para que hiciese burla de nosotros.  Vino él a mí para dormir conmigo,  y yo di grandes voces; y viendo que yo alzaba la voz y gritaba,  dejó junto a mí su ropa,  y huyó y salió. Y ella puso junto a sí la ropa de José,  hasta que vino su señor a su casa”.

 De la misma manera, lo acusó falsamente frente a Potifar, y este lo envió a la cárcel; y allí en la cárcel José mantuvo su integridad, su buena conducta, y su temor a Dios. Por eso fue bendecido, y el guardia de la cárcel hasta le dejó los presos a su cargo.

José interpreta los sueños del copero y el panadero del rey en la cárcel (Imagen ilustrativa)

Estando allí en la cárcel, el copero y el panadero del rey que vinieron a cumplir su castigo por cometer faltas en el palacio, tuvieron un sueño cada uno, y José los interpretó, cumpliéndose días después al pie de la letra su interpretación.

José pidió al copero que no se olvidara de él, cuando volviera a cumplir sus tareas al palacio, pero éste se olvidó de José por mucho tiempo.

Hasta que un día, dos años después, el mismísimo faraón tuvo sueños que lo perturbaron, y requería que alguien los interpretara. Entonces el copero que escuchó lo que sucedía, recordó a José, y le dijo al rey:

Estaba allí [en la prisión] con nosotros un joven hebreo,  siervo del capitán de la guardia;  y se lo contamos,  y él nos interpretó nuestros sueños,  y declaró a cada uno conforme a su sueño. Y aconteció que como él nos los interpretó,  así fue: yo fui restablecido en mi puesto,  y el otro fue colgado.

 Cuenta el libro de Génesis que el faraón mandó a traer inmediatamente a José, quien tuvo de afeitarse, cambiarse, y ponerse en condiciones para entrar en el palacio del rey.

Así José, a sus 30 años de edad, después de haberse mantenido íntegro en su conducta, a pesar de las innumerables pruebas y tentaciones, Dios vuelve a darle otra oportunidad para demostrar su integridad y fidelidad, esta vez delante del mismo faraón, quien requería que le interpretara los sueños que le angustiaban…

Continúa…

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