La era digital idiotiza y esclaviza

Ya lo dicen a grandes voces en los países más digitalizados, en los que las élites huyen de las redes sociales y evitan que sus hijos accedan a la tecnología, mientras que la clase social “media-baja” es cada vez más adicta a las pantallas.
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Ya lo dicen a grandes voces en los países más digitalizados, en los que las élites huyen de las redes sociales y evitan que sus hijos accedan a la tecnología, mientras que la clase social “media-baja” es cada vez más adicta a las pantallas.

Es innegable que la tecnología y la digitalización son herramientas muy útiles y han contribuido excepcionalmente al desarrollo social en muchos aspectos, sin embargo cuando dejan de ser solo herramientas a disposición de la inteligencia humana, la adicción a ellas puede transformarnos en los esclavos de la post-post modernidad.

Típica imagen actual: «conectados» pero aislados, influenciados, y adictos a las pantallas. (Imagen ilustrativa)

Solo es necesario observar a nuestro alrededor cercano para verificar que esta adicción está tomando cada vez más fuerza entre nosotros: adultos, jóvenes y niños, a cada vez más temprana edad muestran que “no pueden estar” sin las pantallas; incluso se han registrado reacciones agresivas e intempestivas de niños a quienes se les ha quitado el celular o la tablet, y no hubo manera de calmarlos sino solamente devolviéndole el artefacto.

Sobre esto precisamente, expertos alrededor del mundo, como el neurocientífico Simon Sinek, vienen advirtiendo hace bastante tiempo que el uso de las redes sociales y la tecnología en general es adictivo.

Según Sinek, la interacción que se genera a través de la digitalización, activa en el cerebro la dopamina, un neurotransmisor que se activa ante sensaciones placenteras o euforia, causando que la persona busque activarla continuamente, «provocando» la adicción a esa sensación.

Esa misma sustancia cerebral es la que se activa también con el consumo de estupefacientes, el alcohol, el tabaco, y los juegos de azar o apuestas.

En esa línea, un artículo reciente del New York Times, “La interacción humana es un lujo en la Era de las pantallas”, cuenta que en Estados Unidos de Norteamérica “la elite evita que sus hijos accedan a la tecnología, pues saben que mientras más interactúen digitalmente comprando o simplemente viendo una pantalla, los vuelve más estúpidos”.

Según el artículo, muchos psicólogos y neurobiólogos trabajan en compañías tecnológicas para lograr que los niños y jóvenes fijen los ojos y la mente en los dispositivos lo más rápido posible en sus vidas.

“Las personas corren hacia las pantallas; es como encontrarse con la comida chatarra favorita”, dice Jerry Turckle, profesora de Ciencias Sociales y Tecnología del MIT, y agrega: “es una adicción y es más difícil renunciar a esa comida chatarra cuando hay un único restaurante abierto en la ciudad”.

Y evitar los dispositivos o pantallas, dicen varios estudios, como el que realizaron institutos de salud federales de EU, es mucho más difícil para los de la clase media-baja, en donde se observa que los “influencers” tienen más éxito, pues como la misma palabra lo dice, las redes sociales de los “famosos” influyen directamente en la conducta de los jóvenes y niños, quienes no solamente adoptan una conducta cada vez más aislada del contacto humano, sino también manifiestan gravísimos problemas en los ambientes de trabajo, en donde demuestran “no saber” interactuar con compañeros de equipo y gran deficiencia en la comunicación interpersonal.

Tal estudio que se realizó sobre 11 mil niños mostró que aquellos que pasan más de dos horas frente a una pantalla de algún dispositivo obtuvieron calificaciones más bajas en el colegio que otros que habían leído al menos un libro tradicional.

Niños aprenden matemáticas en el mismo salón pero aislados, casi sin contacto con un profesor o tutor, en un escuela pública de California USA. (Foto: Sitio Los Recursos Humanos)

Este estudio asegura que los cerebros de ambos tipos de niños son diferentes, y que la exposición regular a las pantallas adelgaza la corteza cerebral; en adultos se encontraron características afines entre quienes utilizan las pantallas continuamente y la depresión.

En el mismo país del norte, las compañías tecnológicas presionaron al gobierno para que las escuelas públicas tuviesen una computadora por alumno, afirmando que ellas pueden prepararlos mejor para su futuro. Pero, lo paradójico o irónico del caso es que esos mismos altos directivos de las empresas tecnológicas de Palo Alto, California, se niegan a criar a sus hijos dentro del mundo digital.

Por ejemplo, la escuela primara Waldorf de Silicon Valley (zona de empresas de tecnología en EU), la más popular en la zona, ya muestra un rediseño curricular con un programa a partir de la educación humana clásica, eliminando por completo todo rastro de tecnología digital; en varias entrevistas hechas a grandes ex directivos del famoso Silicon Valley, estos dicen que no permiten que sus hijos accedan a la tecnología.

De la misma manera, entre los más pudientes famosos del mismo país y de otros lugares del mundo, no se ve a sus hijos ni expuestos en las redes ni utilizando ningún tipo de red social ni dispositivos digitales, mientras que los niños y jóvenes de las clases media-baja se vuelven cada vez más adictos a la tecnología.

En el artículo del NYT mencionado anteriormente, se menciona claramente que las elites realmente poderosas “huyen del mundo virtual y no solo rechazan todos los servicios de economía digital sino también todo tipo de teléfonos inteligentes, redes sociales, y las escuelas en las que utilizan dispositivos electrónicos para educar a los niños”.

Milton Pedraza del Luxury Institute, quien asesora a las compañías sobre las conductas de los más poderosos, asegura: “mientras más ricos son, más gastan en desaparecer del mundo digital, y no solo eso sino que gastan mucho dinero en todo lo que promueva el contacto humano”.

Y agrega: “es que las personas que se valoran, y son realmente importantes, no tienen la necesidad de estar conectadas todo el tiempo; ellos valoran el trato humano de calidad en un consultorio, hospital, escuela o cualquier otro sitio, porque ese es el poder real, la inteligencia, y la riqueza, no un teléfono móvil de última generación”.   

Es que mientras los privilegiados crecen en entornos con relaciones humanas fluidas y cercanas, los de clase media buscan satisfacción o una gratificación emocional con más “me gusta” o “compartidos” en sus redes, sabiendo inclusive que esas «reacciones» en las redes no se manifiestan igualmente en la vida real, y que para lograr las mismas deben ceder sus datos personales, ubicación, etc.

La huida de cualquier mundo virtual o digital como educación exclusiva de los niños, no es un capricho de los poderosos, sino es la única manera de formar seres humanos capaces de enfrentar el futuro como tales, ya que la tecnología existirá solo y únicamente si en el mundo sigue habiendo seres humanos.

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