El turismo de los jesuitas

Bajo la definición del término “turismo”, puede afirmarse que los misioneros de la Compañía de Jesús practicaron el desarrollo turístico en Misiones. Tenían avanzadas vías de comunicación, hoteles o postas, circuitos turísticos, guías, eventos organizados, e increíbles atractivos.
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Si se toma la definición básica de turismo “actividades que se realizan durante sus viajes y estancias en lugares diferentes a los del entorno habitual por un periodo de tiempo consecutivo menor a un año”, puede afirmarse que los misioneros de la Compañía de Jesús, que se instalaron en la zona de la Nación Guaraní entre 1609 y 1768, practicaron el desarrollo turístico de la región o al menos se inclinaron a hacerlo.

En las Instrucciones del Padre Provincial Diego Torres en 1609 se observa claramente su modo de previsión y estrategia: “…llegarán allá y darán vuelta la tierra y escogerán el puesto que tuviese mayor y mejor comarca, y mejores caciques… advirtiendo primero que tenga agua, pesquería, buenas tierras, y que no sean todas anegadizas…”.

Y así lo hicieron en los treinta pueblos que fundaron en la región de los actuales Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, curiosamente coincidente con el acuífero “descubierto” en estos años, y ocupada por la Nación Guaraní que se desplazaba en un área aproximada de más de 1 millón de kilómetros cuadrados.

En este vasto territorio, de tupida selva y aguas grandes, sin dejar de lado su verdadero objetivo de evangelización, los jesuitas desarrollaron vías de comunicación terrestre y fluvial entre los pueblos, con tan buen criterio que algunos caminos subsisten hasta hoy en forma de ruta moderna. Y es aquí –en el traslado entre pueblos –en donde ingresa el tema turístico que nos ocupa.

Describe el Padre José Cardiel en su “Carta relación de 1747”: “todos los caminos están compuestos (cuidados) y los ríos que lo permiten, con puentes, y los que no, con canoas y canoeros para transportar a pasajeros. A cada cinco leguas (25 kilómetros) en las Misiones hay una capilla, con uno o dos aposentos, y una o más casas de indios que la guardan; y sirven los aposentos que están con cama de posada para todo pasajero”.

En estos aposentos de los jesuitas –según relata Esteban Snihur en “El universo misionero guaraní” –los viajeros circunstanciales encontraban una habitación amueblada para pasar la noche, un cocinero listo para preparar un plato reparador, agua en abundancia, un sitio para la oración, y corrales y pasturas para los caballos o bueyes, cumpliendo a la perfección con el concepto de alojamientos actuales: hoteles, hostels, hosterías, residenciales…

Los “caminos reales” eran los que se utilizaban para la comunicación diaria de los pueblos entre sí, y por estos venían convocados a la reducción Nuestra Señora de Loreto los pueblos vecinos Santa Ana, Candelaria, San Ignacio y Corpus Christi para unirse a la gran celebración de Semana Santa, durante la cual se hospedaba y atendía a los visitantes, tal lo hacen hoy aquellos destinos turísticos que cuentan con eventos religiosos, u otros, organizados por entidades que los promocionen y lleven adelante como los conventions & congresses bureaus.

En otras regiones de la Argentina donde también estuvieron los padres jesuitas, como la provincia de Córdoba, “Camino Real” es un hoy producto turístico por excelencia, en donde el recorrido del camino pasa por postas que perduran de aquella época.

Imagen del circuito turístico Camino Real de Córdoba

Snihur también relata la existencia senderos especiales, con un significado importantísimo, a la vez eran parte importante del ordenamiento urbano de las reducciones, y eran visitados por aborígenes, españoles y criollos que venían de paso o para el propósito en especial, transformando a estos caminos y otros itinerarios en verdaderos atractivos turísticos.

En la reducción de San Javier, por ejemplo, había un camino de 1.500 metros bordeado de jardines que terminaba en una capilla erigida en la cima de un collado. Otro estaba en la reducción de Loreto, tenía 1.300 metros y comenzaba en la capilla del pueblo y terminaba en una elevación en donde se encontraba “el monte calvario”. Aquí es donde se hacía la procesión de Semana Santa.

Otro magnífico paseo era el de la reducción de Apóstoles que empezaba en la plaza y en línea recta a unos 1.000 metros llegaba a los estanques del pueblo. Este tenía en los bordes naranjos y otros árboles como el “yvaro” (árboles del jabón), porque exprimiendo sus semillas se obtenía una sustancia jabonosa que utilizaban para lavar las ropas.

A estos “atractivos” debe sumársele otros itinerarios en distintos templos, como el de Concepción en donde exhibía la urna con los restos del Padre Roque González de Santa Cruz –santo pionero jesuita –que era el fin de un recorrido hecho periódicamente por guaraníes que veneraban sus restos. Lo mismo ocurría en la reducción de Loreto con los restos del Padre Antonio Ruiz de Montoya, al que se le atribuían curaciones milagrosas.

Todo esto era posible conocer a través de las vías de comunicación terrestres y fluviales hechas por los mismos misioneros, que tuvieron entre sus previsiones hasta un “indio tapererepurá” que cumplía con las exactas funciones que hoy cumplen las direcciones de vialidad de la nación y la provincia. En el Memorial para el pueblo de Apóstoles en del año 1714 aparece lo siguiente, según expone Snihur:

“Póngase sin falta un indio tapererepurá… y despáchense con puntualidad las cartas, por pedirlo así la caridad, y el buen gobierno de estos pueblos…”

Este aborigen cumplía con controlar el estado de los caminos, llevar la correspondencia, y actuaba de guía baqueano en el cruce de arroyos y zonas de riesgo, asegurando a los viajeros la mejor manera de llegar a destino, y contando los pormenores del camino. En los ríos ocurría lo mismo en los “pasos”, verdaderos puertos instalados estratégicamente, a los que se llegaban por canoas o enormes balsas que tenían hasta una “choza” o “casita de paja en la que podían caber hasta cuatro personas” según dejó escrito el Padre Antonio Sepp en su “Relación de viaje a las misiones jesuíticas”.

A estos puertos también llegaban pasajeros provenientes de la zona del Río de la Plata, padres que llegaban de Europa, y mercantes que traían lo que no se producía en las misiones, que en realidad eran las que proveían a los pueblos de las actuales provincias de Buenos Aires, Santa Fé, y Córdoba de yerba mate, tabaco, madera, cuero, y algodón.

Estas acciones y estrategias del “gobierno jesuita” dejan más que evidencias de un criterio de planificación y ordenamiento, que hicieron de esta región de las misiones un verdadero imperio geopolítico, con práctica del turismo inclusive, en años cuando otras regiones del país no tenían más que pocas calles de barro maloliente, y desde donde más adelante decidieron no contarnos esta parte de nuestra historia.

Fuentes

Antonio Sepp. “Relación de viaje a las misiones jesuíticas”, 1971
Esteban Snihur. “El universo misionero guaraní, un territorio y un patrimonio”, 2007
Esteban Snihur. “Reducción de Nuestra Señora de Loreto”, 1994
Leopoldo Lugones. “El imperio jesuítico”, 1981

1 comment

  1. Blogi Edukacyjne 2 diciembre, 2023 at 16:27 Responder

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