¿Hechiceros y demonios en el primer Yguazú?

Taupá y Paraverá estuvieron en el inicio del primer Yguazú. Hubo desacuerdos, acuerdos, y hasta el "hechicero" más temido de toda la región apareció para amedrentar.
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Taupá y Paraverá estuvieron en el inicio del primer Yguazú. Hubo desacuerdos, acuerdos, y hasta el «hechicero» más temido de toda la región apareció para amedrentar.

Como lo habíamos plasmado previamente, una vez recibidos por los habitantes de la región del Iguazú, el día 10 de mayo de 1626 los padres Diego Boroa y Claudio Ruyer fundaron el primer pueblo llamándolo Santa María del Yguazú, ubicado a 15 kilómetros de las Cataratas, río arriba en el lado del actual territorio argentino.

A partir de entonces comenzó «el choque» de culturas totalmente diferentes. Dentro de esa colisión, los Opygua o líderes espirituales de las tribus indígenas de esta región, representaban en muchas ocasiones al sector que rechazaba de forma contundente la llegada e instalación de los europeos en sus territorios. Éstos los identificaron como «hechiceros», porque comparaban las costumbres y hábitos de los líderes espirituales indígenas con los que practicaban hechicerías en Europa.

Para comprender lo que sucedió al respecto en «el primer Yguazú», repasemos la llegada e instalación de los padres jesuitas, y cómo fueron sucediendo los hechos que, afortunadamente, dejaron registrados.

Según la carta del padre Ruyer, “La reduccion Santa Maria del Iguazu está situada en distancia del salto, que tiene muy grande y alto, de tres leguas á poco mas ó menos, y cuatro leguas desde el dicho salto á la boca del Iguazú que entra en el Paraná… El puesto es mui bueno, alto, sano y mui cerca del rio, con un tablón de una legua que tiene por delante, descubriendose el horizonte por todas partes, y el Sol luego que sale por la mañana, que es en las espaldas, cuyos rayos deshacen y echan afuera los vapores del rio y de un pantano que la dicha reduccion tiene por delante; lo cual hace el pueblo saludable… está en poco mas de 24° de altura, teniendo el Paraná á la parte del poniente y el Uruguay al levante, el salto está hacia el Sur…” [Transcripción exacta de la carta del padre Claudio Ruyer]

Una vez instalados aquí, en este sitio, los padres hicieron un “rancho” para su vivienda, a orillas del río, pero luego tuvieron que cambiarlo a un lugar más alejado, por no haber quedado conformes con la primera ubicación.

Cuenta el padre Boroa en su carta annua: “Bageme a la orilla del Rio y allí hicimos nuestro rancho… Pase después nuestro rancho al cerro ende aora esta fundada la reducion por no averme contentado el primer sitio con grande sentimiento de nuestros primeros guespedes y alegría de otros nuevos vecinos que allamos…” [Transcripción exacta]

Así Boroa menciona uno de los primeros inconvenientes sufridos en el inicio de la instalación del pueblo: los celos de unos y otros “caciques vecinos” por la ubicación que los padres eligieron para establecer allí la reducción. Tal fue así, que el padre Boroa cuenta que una vez contentos con el sitio que escogieron, tuvieron la visita del cacique Taupá, que era el “cacique principal del río”, y estaba descontento con la elección del lugar para el pueblo.

Boroa lo cuenta así: “Vino al día siguiente con grande aparato y acompañamiento de canoas que cubrian el Rio y aviendoles yo dado quenta de mis intentos y a los caciques que traia, i repartidoles a todos cuchillos, anzuelos i otras cosas, quiso el Sr. con singular providencia quitarle totalmente la memoria del fin principal de su venida i de toda su gente, que era llevarnos de hecho a su pueblo que estaba en puesto enfermo para que allí fundase el pueblo…” [Transcripción exacta]

Con los regalos que el padre Boroa repartió a todos, logró que el cacique Taupá se fuera contento, en esa oportunidad. Cuando este cacique se retiró, cuenta el padre jesuita que “enarbolaron” una cruz con la colaboración alegre de todos los guaraníes. Esta instalación de la cruz ayudó unos días después para convencer al cacique Taupá, quien volvió a manifestar su desacuerdo con la elección del sitio, que ya una vez puesta la cruz en un lugar no se podía cambiar la fundación del pueblo.

Pero aquí no terminaron los problemas. Cuenta el padre que una vez construida la choza donde ellos vivirían “comenzó el demonio a hacer de las suyas y a disgustar a los caciques”, con el mismo tema de la elección del sitio para instalar el pueblo.

Dice en su carta: “Desde el primer día que armamos la choza comenzó el demonio a hacer de las suyas y a disgustar los caciques comarcanos porque habíamos escogido aquel puesto, poniéndoles mil tachas falsas, porque cada cual nos quería llevar para el suyo, y el demonio con esta contienda [quería] que no fundáramos ningún [pueblo]”.

Esa choza que menciona Boroa es la que construyeron con “estera por falta de paja”, y en donde vivirían con el padre Ruyer, pasando el primer invierno allí, que describieron como “mui riguroso”.

Según la descripción en la misiva, esta choza fue “armada sobre unos palos, que juntos y embarrados servían de paredes” y al lado de esta choza dieron las primeras misas por unos cinco meses. Pero, aun con esto en pleno desarrollo, no tuvieron descanso, pues los “ataques” espirituales siguieron, inclusive en aumento.

Una de estas embestidas fue la feroz oposición de un hechicero, muy famoso en toda la región del Iguazú, el Paraná y el Uruguay, llamado Yguiraró. Según lo describe el padre Boroa, este hechicero era un hombre carnal y vicioso, a quien se le aparecían los demonios en forma de ángeles o animales, como los tigres. Yguiraró vino a verlos, personalmente, y puso en jaque y a prueba la fe de los padres.

Boroa lo contó así: “…vino a vernos en figura de un demonio, parecen [así] cuando se pintan todo el cuerpo i llenan de plumas i otras cosas, con que quedan horribles y disformes, [este] quería me espantar por grandes voces, procuré sosegarle…”

Unos meses después, cuentan los padres, este Yguiraró terminó convirtiéndose en aliado, y ayudaba a traer a los guaraníes a la reducción del Iguazú, utilizando su gran poder de persuasión, aunque la lucha seguiría con la oposición de otros, que causaron mucho trabajo en el inicio del pueblo.

Referencias

Cartas annuas – Padre Diego Boroa 1627 y Padre Cludio Ruyer 1627
Santa María del Yguazú, 1626 – Investigación – Dr. Luís Honorio Rolón, Iguazú
El imperio Jesuítico – Leopoldo Lugones – Buenos Aires 1904
El Universo Misionero- Guaraní – Esteban A. Snihur – Golden Company, 2007
Misiones y sus pueblos Guaraníes – Guillermo Furlong – Buenos Aires 1962

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