Un libro que tardó 1600 años en escribirse

Resulta inverosímil una redacción semejante: 40 autores que no se conocían entre sí, de diferentes orígenes y profesiones escribieron un libro que sobrevivió todo tipo de ataques y épocas hasta hoy.
0
1676

Es impensable que un libro pueda ser escrito por 40 autores durante un periodo de 1600 años. Como mínimo, cualquier lector deduciría que todo lo que hubiese escrito uno de los autores no coincidiría en lo más mínimo con los otros; o quizás un poco, si se hubiese dado la coincidencia de que vivieran en la misma época o estuviesen relacionados de alguna manera, siendo amigos, compañeros de trabajo, vecinos, o simplemente compatriotas.

Por otra parte, resulta inverosímil una redacción semejante: muy pocos tomarían realmente en serio su lectura, y cualquier productor o editorial especializada le daría poco tiempo de vida a una producción literaria de ese tipo. Es más, muy pocos creerían que un libro así realmente exista.

Pero sí existe y sobrevive hace más de 5000 años…

Lo singular de su origen

Fue escrita por 40 o más escritores ¡que no habían hecho previo convenio entre ellos! Esto difícilmente pudo ocurrir, pues escribieron el libro, cuando menos, en 1.500 años o quizás muchos más, como después queremos probar. Es la Biblia, la palabra de Dios.

Es un milagro cómo la Biblia creció continua aunque lentamente en 50 generaciones o más. Sin plan o proyecto visible, siglo tras siglo, fueron añadidas unas partes a otras hasta que la Biblia estuvo completa.

Sus autores

Quienes escribieron la Biblia procedían de diversos ambientes y culturas. Fueron, entre otros:

  • Moisés (político, educado en la sabiduría egipcia)
  • Josué (general del ejército israelí)
  • Salomón (rey)
  • Amós (pastor de ovejas)
  • Nehemías (cortesano)
  • Daniel (primer ministro)
  • Pedro (pescador)
  • Lucas (médico)
  • Mateo (cobrador de tributos, funcionario público)
  • Pablo (rabino, maestro).

Escribieron en lugares diferentes y en circunstancias diversas. Moisés escribió en el desierto, Jeremías en la cárcel, David en el campo y en palacio, Pablo en la prisión, Lucas de viaje, Juan como desterrado en Patmos; otros bajo tensiones de expedición militar. Escribieron bajo diferente disposición de ánimo: uno en tristeza, otro en gozo; lo hicieron en diferentes partes del mundo: Asia, África y Europa; en tres idiomas: el A. Testamento en su mayoría, en hebreo, y pequeñas partes del mismo en (su pariente) arameo; y el N. Testamento en griego.

¡Oh, cuánto amo yo tu ley! Todo el día es ella mi meditación. (Salmo 119:97)

De estas diversas fuentes y épocas surgió un solo libro. Cuando murió Moisés estaban concluidas las cinco primeras partes; a éstas se añadían un par de rollos al reinar David. En tiempos de Esdras, poco después de la cautividad babilónica, el A. Testamento, letra a letra, palabra a palabra, frase a frase, estaba casi concluido. Cuando estuvo listo, cuatro siglos antes de nuestra era, ya había surgido un libro que aún hoy se conserva intacto.

El respeto a este A. Testamento era tan grande que, como dijo el historiador F. Josefo, «nadie durante siglos se atrevió a añadir o quitar algo del mismo».

El origen del N. Testamento quizá es más portentoso que el del Antiguo. Cristo mismo, según sabemos, jamás escribió una línea como revelación divina, y Sus discípulos, como buenos israelitas, sin duda se habrían retraído del temerario pensamiento de añadir ni una sola palabra al A. Testamento.

Incluso 50 años d. C. es probable que aún no se hubiera escrito una letra del N. Testamento. Pero entonces ocurre el milagro. Sin plan previo surgen las partes del N. Testamento escritas por diferentes personas, a veces distantes entre sí. Aquí nace una biografía de Cristo; allí una carta; más allá un ensayo estupendo (como la “carta” a los Hebreos); en otro lugar surge una obra profética novotestamentaria.

Estas porciones circulan y son reunidas por grupos cristianos que apenas tienen problemas acerca de qué libros pertenecen realmente a esta colección, y cuáles no; su respeto a lo escrito es tan grande que el N. Testamento enseguida es reconocido como tal por casi todos, y apenas nadie se atreve a añadir o quitar algo del mismo.

Téngase en cuenta, que los 4 evangelistas no se reunieron previamente para fijar, tras encendida oración y consulta, que Mateo escribiera de Cristo como Rey; que Marcos lo describiría de Cristo como Siervo y Profeta; Lucas como verdadero Hombre, y Juan como Hijo de Dios. ¡Nada de eso! Tampoco se reunieron otros escritores para establecer que Pablo y Juan escribirían más sobre la doctrina del cristianismo (y que cada uno lo hiciera desde un punto de vista específico), y Santiago y Pedro más sobre la práctica del cristianismo. ¡Nada de eso! Escribieron desde una necesidad profundamente vivida, y así expusieron un tema determinado. Para cuando sus obras estuvieron concluidas, ya había surgido una maravillosa unidad.

Lo Singular de su Unidad

Esto fluye de lo singular del origen de la Biblia. ¿Cómo decenas de escritores, en decenas de generaciones, desde trasfondos y ambientes tan diferentes, sin consulta previa pudieron escribir una obra de tan perfecta unidad? Y a la inversa, imaginemos que diez de los más célebres escritores del mundo, del mismo estilo de vida, de la misma generación, idéntica cultura, iguales criterios, del mismo lugar, igual disposición anímica e idéntico idioma escribieran sobre un único tema controvertido ¿coincidirían entre sí sus escritos? Eso es imposible.

Pero, ¿cómo es posible que ocurra en la Biblia? Téngase presente que la Biblia trata cientos de temas controvertidos (de los que es evidente hay opiniones encontradas cuando se citan o comentan). Los escritores de la Biblia tratan de historia, teología, del cosmos, la naturaleza y el hombre; escriben profecías “arriesgadas”, biografías y viajes. No dudan en tratar temas difíciles y profundos, y al respecto difícilmente pudieron contrastar opiniones. ¿De dónde, pues, esta armonía y continuidad de la Biblia?

¿Hay contradicciones en la Biblia?

Algunos creen haber encontrado diferencias y contradicciones (como luego veremos), pero resulta que no leyeron correctamente u olvidaron el contexto y el trasfondo de lo escrito. Donde, a menudo rebuscadamente, creyeron ver contradicciones, resulta evidente tener que citar aspectos de un mismo asunto que se complementan muy bien entre sí.

Toda controversia sobre la Biblia sólo condujo a que su perfecta armonía se viera aún más diáfana.

Naturalmente aquí afirmamos cosas que aún han de ser demostradas. Pero debemos comenzar por algo, y la armonía de la Biblia sólo se hará evidente tras un profundo estudio de la misma. El lector debe emprender un camino de descubrimiento; y encontrará lo que millones antes que él hallaron: la Biblia es una unidad milagrosa.

No es una antología de obritas diversas, sino una unidad que abarca y compendia un todo. Esto es importante para la exposición de la Biblia. Como cada parte del mismo, así cada parte de la Biblia sólo puede exponerse debidamente en conexión con todo el resto de la misma. Apenas hay una regla en hermenéutica bíblica que sea tan frecuentemente violada como ésta (dicho sea de paso).

La unidad de la Biblia por nada se hace tan explícita como por los “hilos rojos” que recorren todo el libro. De Génesis a Apocalipsis se trata de los grandes temas: “¿Quién es Dios?” y “¿Quién es el hombre?” Y luego este importante asunto: ¿Es posible la comunicación entre el hombre y Dios?; y en caso afirmativo: ¿Cómo?

Lo singular de la Biblia es que, para responder a esto, no indica un programa religioso ni una serie de obligaciones religiosas –pues el hombre nunca puede responder totalmente a las exigencias de Dios- , sino una Persona: Jesucristo es el verdadero y único camino para el hombre hacia Dios.

De hecho, todo el A. Testamento señala, ya sea en imágenes o predicciones directas, hacia esta Persona, y el N Testamento nos muestra el cumplimiento de esas profecías y el significado y consecuencias de la venida de Cristo. En esta unidad de temática la Biblia es única. Sólo por eso también se ha evidenciado la posibilidad de construir desde la Biblia una doctrina cristiana coherente y consecuente.

Lo Singular de su actualidad

Se han escrito miles de libros que fueron olvidados dentro de una generación. Se editaron libros que gozaron de mucha atención. Pero, ¿Cuántos libros hay que, aun teniendo siglos de vida, sean leídos con regularidad e interés por muchas personas? ¿Qué libros de la Edad Media siguen editándose a gran escala y son leídos por mucho público? ¿Qué obras clásicas, excepto  por versados en letras y estudiosos, son leídas regularmente por muchas gentes? Y, aunque así fuera, ocurriría más por interés histórico que porque tales libros sean muy actuales.

¿Qué tiene, pues, la Biblia para que con ella ocurra lo contrario? La Biblia no es sólo un libro “antiguo”. Podemos afirmar que ciertas partes de la misma pertenecen incluso a los escritos más antiguos que se han conservado, y posee la humanidad.

Sin embargo, ¡son devorados por millones de personas! No sólo por interés histórico (del que la masa no presume), sino también porque las gentes palpan la importancia de la Biblia para la vida aquí y ahora. La Biblia fue escrita hace miles de años casi totalmente por hombres pertenecientes a un mismo y pequeño pueblo del Medio Oriente, y en su mayor parte en un idioma muerto hasta hace poco. ¿Cómo un libro así puede interesar a millones de personas?

Los neerlandeses leen generalmente libros holandeses, los alemanes libros alemanes, etc. Pero la Biblia está escrita en idiomas que casi nadie en Europa conoce, y sin embargo gran parte de europeos conocen bastante bien este LIBRO.

La Biblia encaja en cada periodo de la historia; ya sea en tiempos de guerras o paz, en la oscura época medieval o en el siglo de los descubrimientos y la técnica, millones de gentes se han nutrido y apoyado en este libro y han sido ayudadas y alentadas por él. Lo curioso es que no decrece conforme la ciencia y la técnica adelantan, sino que la difusión de la Biblia no ha hecho más que aumentar. Muchos por experiencia, han testificado que la Biblia permanece siempre nueva y refrescante.

Al preguntar a D. Webster: “¿Qué parte de la Biblia le gusta más a usted?”, dijo: “La porción que he leído últimamente”.

La actualidad de la Biblia es universal. Es el único libro que es leído por gentes de toda clase y edad. Que personas desarrolladas lean con satisfacción un libro infantil es tan natural como que un niño no estudie con avidez un libro de ciencia o filosofía. Pero la Biblia es otra cosa. Es leída a los pequeños y por los ancianos, los niños entienden sus relatos y lecciones, mientras los doctos se maravillan de la profundidad de su contenido. No hay libro que le iguale en la literatura.

Lo Singular de su Difusión

Por la actualidad de la Biblia y el enorme interés que hay por ella no es de extrañar que sea única por el número de versiones y ediciones que se han hecho de la misma. La Biblia pertenece a los primeros libros que siempre fueron traducidos: sobre el 250 a.C. se tradujo al griego el A. Testamento. Esta versión se llama Septuaginta. Desde entonces la Biblia fue traducida y parafraseada más veces que cualquier libro.

En 1970 la Biblia había aparecido en 249 idiomas y dialectos. Testamentos separados veían la luz en 329 idiomas, mientras en 853 idiomas se editan partes de la Biblia; esto suman 1.431 idiomas. En 1975 las cifras eran 261, 384 y 932 respectivamente y un total de 1.577 idiomas.

Hoy esa cifra sobrepasa los 1.600. ¡Sólo entre 1950/1960 había casi 3.000 traductores de la Biblia trabajando! También en esto es única.

Esto vale para sus cifras de venta. La Biblia es leída por más personas, publicada en más idiomas y vendida en mayores cantidades que cualquier otro libro. Quizá en un corto periodo, un determinado bestseller fue más vendido que la Biblia; pero en periodos largos no hay libro cuyas ventas se aproximen a las de la Biblia. Ésta fue (respecto al A. Testamento) el primer libro escrito, y también fue el primero impreso de algún significado. Por esto también es el más valioso del mundo, pues la Biblia de Guttenberg produce mayores ganancias que ningún otro libro.

Desde la invención de la imprenta se han editado cientos de millones de Biblias, yendo a la cabeza la primera edición de la New International Version con 1, 2 millones de ejemplares, editada el 27-X-’78, la mayor edición de un libro en la historia. Cuando el 30-IX-’52 aparecía la Revised Standard Version, se imprimieron un millón de ejemplares en la primera edición.

Para satisfacer la petición de Biblias, las sociedades bíblicas y sus editores publicaron más de una Biblia o parte de ella por segundo, ¡y así día y noche! Sólo la Nederlands Bijbegenootschap difundió en 1974, 364.636 Biblias y partes de ella, y en 1975 la cifra subía a 708.351, de las que 114.431 eran Biblias complets. Cómo su difusión aumenta constantemente en el mundo, lo muestra este esquema:

                                                               1970                      1974                      1977

Biblias                                          5.159.032               6.141.156                   8.914.078

Testamentos                              11.717.092            12.234.925                11.127.235

Libros de la Biblia                   32.835.300           33.093.701               27.090.113

Selecciones                               123.692.991         202.668.824             319.559.658

TOTAL:                                  173.404.415         254.138.606        366.691.084

 

Se calcula que en los años ’80, ¡se necesitarán al menos 500 millones de Biblias y porciones de la misma! Hay un gran mercado en los países del Tercer Mundo, y el número de ediciones en sus idiomas sigue creciendo. Aunque ahí estén Homero u Ovidio, Agustín o Tomás de Aquino, Shakespeare o Dante, Goethe o Vondel, ¡la Biblia aventaja a todos en su difusión! Nadie negará que la Biblia es única en ese aspecto.

Lo Singular de su Supervivencia

Un libro difundido por millones, no corre fácil peligro de desaparecer. Pero esto no fue siempre así. La Biblia originalmente en material fácilmente caduco, y por siglos debió ser manuscrito antes que la imprenta se inventara. En contraste con otras obras antiguas, de la biblia se han conservado muchos más manuscritos que de diez obras clásicas juntas.

Unas decenas de manuscritos son mucho para una obra clásica, y aquellos generalmente son unos mil años más jóvenes que el original. Pero del N. Testamento conocemos más de 4.000 manuscritos griegos y 13.000 de partes del mismo, y además casi 9.000 de las antiguas versiones del N. Testamento, sobre todo en latín.

Del A. Testamento tenemos menos manuscritos, pero de hecho fue conservado con más cuidado. Los antiguos rabinos llevaban registros de todas las letras, sílabas, palabras y líneas del A. Testamento, y tenían personas especializadas cuya única obligación era guardar los santos escritos con la mayor escrupulosidad y copiarlos. ¿Quién contó jamás las letras, sílabas y palabras de Homero o Tácito…?

La exactitud del texto bíblico es incluso tan grande que, por ejemplo, el texto de Shakespeare (que apenas tiene algunos siglos) es mucho menos preciso y está más “corrompido” (es decir: más incierto y/o mutilado) que el del N. Testamento que existe desde hace XIX siglos, de los que XIV en forma manuscrita.

En todo el N. Testamento hay unos 10 ó 20 versículos sobre los que existe incertidumbre de cuál sea la lectura exacta, sin que por ello el contenido de los mismos esté demasiado en pleito. Pero en las obras de teatro de Shakespeare hay cientos de pasajes sobre los que existe desención, y en general se trata de grandes diferencias de significado.

La Biblia empero, no solo es única por su supervivencia durante los tiempos sin imprenta, sino también por la supervivencia bajo muchas acomeitidas implacables. Durante siglos hubo hombres que intentaron destruirla y quemarla. Reyes y césares incluso líderes religiosos lo consiguieron con celo fanático. Dioclesiano, en 303 d.C. ordenó la erradicación de todos los cristianos y su santo libro.

Fue la mayor acometida contra la Biblia: murieron cientos de miles de cristianos y casi todos los manuscritos de la Biblia fueron destruidos. Sin embargo, la Biblia volvió a emerger rápidamente, y la ironía de la historia fue que, 22 años después Constantino, en el primer concilio ecuménico elevó la Biblia a autoridad infalible. Asimismo encargó a Eusebio hacer 50 copias de la Biblia a costa del gobierno.

Algo semejante ocurrió con frecuencia. El racionalista francés, Voltaire, muerto en 1778, se atrevió a decir que la Biblia, luego de 100 años, sólo sería una antigüedad; pero a los 50 años de su muerte, la Genova Bible Society inauguró su imprenta y casa ¡para producir montones de Biblias! Por el contrario, intente usted comprar algo de Voltaire; no le será fácil.

Al Imperio Romano sucede la Edad Media. La Iglesia Romana privó al pueblo de la Biblia tan eficazmente que durante siglos fue casi desconocida. Lutero, según nos dice, ya era adulto cuando viera una Biblia. Por decisiones conciliares y anatemas papales, Biblias fueron quemadas en público, y lectores de la Biblia condenados, martirizados y quemados vivos por la Inquisición.

Luego de la Reforma, llegó un lento cambio al respecto. Pero surgió, precisamente dentro del protestantismo, otra serie de acometidas de una nueva especie: los ataques  a la “crítica a la Biblia”. En Alemania brotó una legión de racionalistas que concibió los ataques más salvajes y violentos. Pero desde entonces la Biblia es más divulgada, leída y querida que nunca. Los enemigos han muerto, sus acometidas fueron rechazadas, y la Biblia se mantiene firme como una roca.

¿Qué libro puede comparársele?  Es el más divulgado, porque es el más querido en la tierra. Pero lo asombroso es que, al mismo tiempo, sea el más citado y criticado del mundo. Ni un capítulo ni una línea se vio libre de crítica; ¿hay otro libro al que le ocurra esto? Sí, hay muchos que también han sido muy criticados; pero estos cayeron en el olvido.

La época de la mayor crítica a la Biblia se trocó en el tiempo de la más gigantesca difusión de la misma. Esperamos tener ocasión de indicar los muchos ataques que se han hecho a la Biblia y han resultado infundados. Ahora nos ocupamos de que la Bblia, en la forma como ha burlado siglos y ataques, es única. Ninguna persona razonable puede negar esto.

Único en su Carácter Moral

Más importante que lo literario es el carácter moral único de la Biblia. Tanto cristianos como no-cristianos han reconocido que las obras clásicas antiguas y los libros sagrados orientales son espiritualmente estériles e incluso chocan por su torpe inmoralidad.

El Prof. M. Muller no se atrevió a traducir literalmente los libros hindúes, para o ser arrestado por publicación pornográfica. Hay una sima moral imposible de contactar entre la Biblia y cualquier clase de escritos religiosos.

Lo singular de la Biblia consiste en que enseña un sistema de moralidad que choca con la comprensión normal del hombre. Una moral que encierra que debemos amar a nuestros enemigos y hacer bien a quienes nos odian y persiguen, que contiene que una mirada lujuriosa es adulterio y el odio es muerte, por esto sin duda puede calificarse de única.

También es indudable que la Biblia fue escrita por hombres. Sin embargo, escribieron muy distinto a como los hombres siempre lo hicieron. Éstos normalmente no se describen a sí mismos tan mal como en Romanos 3.10-23 (“No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno”). Tampoco acostumbran a contar cómo fueron vencidos por el diablo sin oponer resistencia (Génesis 3).

¿Quiénes hubieran concebido nunca un infierno como castigo eterno al pecado e infidelidad, o habrían imaginado una gloria eterna para culpables que, sin el más pequeño mérito propio, por pura gracia, son librados de un castigo que ellos, al igual que los condenados, habían merecido?

Normalmente, uno busca el favor de Dios siempre como una recompensa a su “buen comportamiento”; su religión es siempre una receta para mejorar el carácter y comportamiento. Pero este pensamiento es extraño a la Biblia, en la cual hombres movidos por Dios proclaman, que ser salvo es gracia, regalo de Dios que quiere a hombres perdidos; que el hombre está irremisiblemente perdido, y que para su salvación no puede “hacer” otra cosa que creer en Jesucristo.

Esta diferencia puede verse en la forma como se habla del pecado. Las gentes se inclinan a no dar importancia al mal. Llaman pecado: error, falta o mala costumbre. Pero la Biblia lo califica de rebelión contra la voluntad santa y justa de Dios.

Refiriéndonos a pecados sexuales. Las gentes, en general, al hablar de temas sexuales, se inclinan: o a ser melindrosos, o a correr una aventura carnal. La Biblia actúa de otra forma: jamás es ñoña, sino que anuncia el juicio sobre estos pecados.

Cuando la sexualidad se vive dentro del matrimonio, la Biblia lo considera como un regalo de Dios. Algunos, desde sus propios criterios impuros, han calificado a la Biblia de libro inmoral, porque describe detallada y escrupulosamente los pecados de personas importantes. ¡Cuán absurda es esta acusación!

En el Antiguo Testamento, pecados sexuales fueron castigados con la muerte, y el Nuevo –Testamento juzga aun más rigurosamente si no hay conversión del mal.

El criterio moral de la Biblia quizá no aparezca más claramente que cuando enumera sin rodeos los pecados y debilidades de sus personajes más nobles y queridos. Algunos han usado esto como argumento contra la biblia, y afirmaron (sin mucho conocimiento de sí mismos), que los hombres importantes en la Biblia eran tan inferiores e innobles que mejor es no concederles atención.

En efecto, Noé se emborrachó; David se hizo culpable de adulterio y asesinato; Pedro blasfemó y juró. Eso estuvo mal, ¿pero fueron tan excepcionales? ¡La Biblia retrata al hombre como es! También el hombre más atractivo y noble no es mejor que los demás.

La Biblia ama la verdad –de forma única-. Imaginemos que la Biblia que la Biblia hubiera sido hecha y editada por una sociedad religiosa, ¿habríamos oído nunca la mentira de Abraham, la negación de Pedro, la idolatría de Salomón, la deshonra de Lot, el engaño de Jacob, la disputa entre Pablo y Bernabé o la arbitrariedad de Moisés? ¡Ni soñarlo! Una comisión de eclesiásticos nos hubiera servido una Biblia llena de personas puras, escenas de piedad intachable y santa conducta, y no una Biblia de pobres y miserables pecadores como ellos eran en realidad.

Por decirlo con más dureza, algunos escritores de la Biblia no se avergüenzan  de describir sus propios pecados, como Mateo, Juan y Pablo. ¿Qué otros libros hay que muestren semejantes rasgos característicos extraños?

Pero ¿no está aquí el germen de las emociones en torno a la Biblia? Su carácter moral absolutamente único obliga al hombre a una elección y decisión. Nadie puede permanecer indiferente y neutral ante la Biblia. ¿No es esto la razón de que la Biblia es el libro más vendido, difundido, traducido y leído, pero también el más odiado en el mundo? ¿Es esto la razón de que ningún otro libro haya sido tan combatido, criticado, impugnado y destruido como la Biblia? ¿Odian la Biblia quizá por la misma razón que el malhechor odia la ley por la que es castigado?

También lo contrario es verdad: la Biblia –se dice- es el libro más querido en el mundo. Cristo dijo de los falsos profetas: “Por sus frutos los conoceréis… Todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos”. Lo mismo se puede decir de la Biblia. Si su moral no sólo es excepcional e interesante sino realmente buena y provechosa; resumiendo, si la biblia es un libro bueno, debe evidenciarse por los frutos que produce.

Marco Aurelio, Confucio y otros moralistas han escrito eminentes obras de ética. Pero, ¿quién conoce un ejemplo de que un hombre ha sido llevado a una vida buena y santa por el estudio de estos libros? Presentan un determinado ideal, pero la práctica enseña que les falta el poder que sólo posee la Biblia para levantar al hombre caído hasta el nivel de ese ideal.

Esto lo hace la Biblia, al contactarnos con Jesucristo que no “sana” al hombre caído, sino que ha muerto por él. El hombre caído ha muerto en y con Cristo –al menos según el testimonio de la Biblia, eso puede saberlo aquel que en verdadera fe ha aceptado a Cristo- y en Cristo resucitado es hecho un hombre perfecto y nuevo, una nueva criatura.

La gran respuesta bíblica al problema moral del hombre moderno es un nuevo-nacimiento personal, espiritual, una transformación interna de vida –no conversión a un sistema, sino a una persona- y una confianza sincera y viva en el resucitado Jesucristo.

Único en su Carácter Literario

Es menester no olvidar que la Biblia no tuvo su origen en Alejandría (Egipto) o Atenas (Grecia), centros de ciencia y civilización, y que sus escritores, por lo general, tuvieron poca cultura. No fueron grandes letrados y, respecto a su propio idioma, ni lo pronunciaban bien. Pedro hablaba su dialecto regional. Los líderes judíos se maravillaron de que los apóstoles (entre ellos algunos de los posteriores escritores del N. Testamento) fueran incultos y sencillos –no aquellos de los que se esperase obras literarias maestras-, Sin embargo, la Biblia es una colección de obras literarias maestras, tanto para los viejos hebreos o los primeros cristianos griegos, como en los idiomas de tantos pueblos civilizados. Aunque escrito por personas de un pequeño pueblo y conservador, su libro es mundial y no muestra la limitación la limitación de un grupo pequeño y antiguo; pero en los idiomas en que fue vertido, se constituyó enseguida en la obra más grande en ese idioma.

Esto es único. Por ejemplo, el neerlandés que hablamos se ha formado y desarrollado por y desde el tesoro idiomático literario más grande de la Statenvertaling (versión de los Estados Unidos Neerlandeses), y el idioma culto alemán es producto la antigua Biblia de Lutero. El inglés ha obtenido su impulso del lenguaje de la Authorised Version (llamada King James-versión). En atención a la edición inglesa, Frederick Starrison en un curso en Oxford dijo que era “lo mejor que nuestra literatura puede dar en prosa natural y noble”. Th. Carlyle escribía del contenido de la Biblia: “¡Es el más hermoso facsímil de la literatura que jamás ha fluido de pluma humana!” ¡Él, siendo un maestro de la pluma, podía juzgar! Froude, historiador inglés, aunque no cristiano dijo: “La Biblia, conocida profundamente, es literatura en sí, y la más singular y rica en todos los terrenos del pensamiento”.

Sir W. Jones, según la Enciclopedia Británica uno de los mayores filólogos y conocedores de Oriente que Inglaterra nunca haya engendrado, escribía en la última hoja de su Biblia: “He leído estas Sagradas Escrituras regular y atentamente, y opino que este libro (…) contiene más sublimidad y belleza, más pura moralidad, más historia importante y pasajes más hermosos de poesía y elocuencia que pueda encontrarse en todos los demás libros, sea cual fuere el siglo o idioma en que fueron escritos”.

Según (el no-cristiano) A. Brisbane, la Biblia contiene “preciosos ejemplos de gran literatura en cada forma: poesía lírica –los Salmos; poesía épica –Génesis; poesía dramática –Job; narrativa histórica –los libros de Samuel, Reyes, -crónicas; idilio campestre –Rut; amor patrio –Ester y Daniel; sabiduría práctica –Proverbios; especulaciones filosóficas –Eclesiastés; elocuencia apasionada –Isaías; relatos cortos –los Evangelios; cartas –las diversas epístolas; éxtasis místico –Apocalipsis”.

Semejante obra maestra literaria no podía dejar de ejercer gran influencia en la literatura del mundo.

Desde 1900 existe una corriente literaria que fue inspirada por la Biblia: Diccionarios bíblicos, enciclopedias, concordancias, atlas, obras de teología, enseñanza religiosa, himnología, historia de la iglesia, obras filosófico-religiosas, apologéticas, dogmáticas, etc., sin contar los poemas, novelas, cuentos, canciones y obras teatrales.

De la persona capital de la Biblia, Jesucristo, escribía el historiador y catedrático de Yale (USA), K.S. Latourette: “Es una indicación de Su importancia, de la influencia que Él ha tenido en la historia y probablemente para el misterio incomprensible de Su naturaleza, que ninguna otra criatura haya producido tan formidable volumen de literatura en tantos pueblos e idiomas, y que la corriente, lejos de descender, continúa ascendiendo”.

Referencias:

El Origen de la Bibliauna publicación de la Radio-Televisión Evangélica Neerlandesa – ISBN 90 70 100 215

Leave a reply